Aquí la cosa varía. Primer año en Colombia

Cali, Barrio San AntonioCada vez que me abren una puerta pienso que están allí, “¡Sorpresa!”. Es bonito vivir de ilusiones, pero mejor que eso es que se cumplan. Y se realizarán. Quiero que llegue Junio, Agosto y ni os cuento, Navidades para tenerlos aquí, con el fin de que conozcan la tierra de la que me enamoré.

No tengo que decir más veces lo feliz que soy. Se ve, pero confieso que la distancia es dura, muy dura en algunos momentos. Puedo decir que es lo único malo de haber emprendido vida en Bogotá.  Mi familia, lo que más quiero, la tengo a 10 horas de avión. Largo. Sé que están ahí, pero aunque no lo creáis a diario les pienso, recuerdo anécdotas que me hacen sacar una sonrisita y vivo con las ganas diarias del día en que vuelva a verlos. Bendito Facebook, Skype y Whats App. Me permitís sentir sobrepasar cualquier barrera.

Mis amigas asientan sus vidas a la madrileña, me sorprenden con su retos profesionales y alguna me da la super alegría de ser mamá. Emocionante. Muestra clara que ya no somos las niñas del cole, ni las adolescente que dejé al poco de irme a Inglaterra. Cómo pasa el tiempo… Y parece que fue ayer… ¡Las horas son minutos!.

Precisamente esta semana, exactamente el 20 de mayo, cumplí mi primer año en Colombia. Como comentaba en otro post, «sigo enamorada». Quiero a este país, a su gente y su filosofía. Me guío por corazonadas y así fue. Lo sabia. Seguí los impulsos para que Colombia fuera mi segunda casa. Me río de todos aquellos que me decían que no iba a ser capaz de hacerlo. Pues aquí me tienen con nuevo trabajo, nueva casa y nueva compañía.

Tengo grandes retos y planes por llegar. Vivo más tranquila o al menos trato de hacerme al ritmo que aquí toca. Lo cual me ayuda física y psicológicamente. Mi nervio (todos lo conocen) me acompaña en situaciones, pero si no es que no sería yo. ;).

Creo que en estos 12 meses he vivido de todo. Al principio con prisas y adrenalina pensando que no tenía tiempo de conocerlo todo, y pasados unos meses con el gusanito de que aquí me quedo y ya tendré tiempo de visitar  los rincones más escondidos del país. Pendientes están Amazonas, los Llanos y el Eje Cafetero. Lo demás está casi todo descubierto.

Otra lección aprendida, además de la trabajar por tus sueños (el mío únicamente ser feliz), es que la gente te quiere porque tú les quieres. En España ya entraba mal. “¿Hola, por favor, me da?”. Aquí la cosa varía, sonrisa grande “Aló Sr. Cómo le va? Quiubo? Qué más? Me regala por favor…”. La predisposición, las formas y las ganas es lo que hace al colombiano más feliz. Sonríen, se quejan poco (o menos que los europeos) y los que trabajan lo hacen muy bien.

No me siento para nada un ‘española invasora por crisis económica’. Como dice un gran amigo venezolano, soy una europea nacida en el lugar equivocado, mi alma estaba en Latam. Aquí llegué en son de paz y al son de la música vivo Colombia, por eso la gente me acogió tan ricamente.

La verdad que tendría miles de detalles que contaros. De anécdotas y situaciones inolvidables que me han pasado. Las dejaré cuando os vea. Os adelanto que algún día llegaré a coordinar mis pies para enseñaros a bailar, os trataré de usted, e incluso os diré, su merced. Mientras, algunos colombianos me siguen diciendo que aún no me he hecho a la lengua. Lo intento, pero creo que de algunos lugares me voy sin que me entiendan del todo. Por no hablar de la palabra censurada aquí (culo) que está siempre en la punta de mi lengua, tanto que en medio de una reunión, tan ancha, le digo a todos los oyentes, «me quedo con el culo al aire«. Imaginaros el show y lo que pudieron pensar… ¡A ver, eso es muy mío!, y no hablo del trasero si no de la expresión. Me entra la risa.

Lo que sí es verdad que cuando hablo con Madrid sólo me sale, Listo, chévere, y muy muy bacano. Se rien. Tan taaaan divina. Divina como mi vida, mi vida colombiana.